ALEJANDRO PALLARES LA SIMPLEZA EN TU RETINA


Dice Jorge Pirozzi en El Porteño:
Para explicar la relación entre el arte y la realidad me tendría que poner a ver las cosas que tengo en la cabeza desde hace mucho tiempo, no hay forma de explicarlo.
El arte no refleja la realidad, tampoco es una herramienta para contarla.
Es más fácil explicar qué es un pintor.
Pensar así es más posible: el mero análisis de la herramienta devela una relación con la realidad sin conocerla.
Si hago un estudio arqueológico y encuentro herramientas, me puedo dar cuenta de cosas que no puedo ver en una realidad del pasado que ya no existe. A través de esas herramientas voy a poder discernir algo acerca de cómo era la relación del hombre con la realidad en ese momento.
El arte es otra cosa. No tiene ningún tipo de obligación de reflejar la realidad.
Que se produzca de una realidad aparente es posible, pero cuando uno lo recibe ya es otra cosa, recibe otra realidad, no es un vehículo de ésta, no se usa para eso. No se usa para nada.
A veces pensé que lo que yo hacía (es muy pretencioso lo que voy a decir) era igual a lo que hace un pigmeo: en cada una de sus tribus hay un especialista que caza elefantes, arriesgando su vida al perseguir a estos grandes animales. Los mata con unos dardos muy chiquitos, envenenados. Los ensarta y después los sigue tres días hasta que el elefante se muere.
Cuando lo ve morir, (si no lo mata antes a él, por que no es joda ya que le tiene que tirar desde muy cerca, después de tres días de caminata por la selva) le corta una oreja o una parte del cuerpo y vuelve a su tribu para demostrar que cumplió su labor.
El grupo va hasta ese lugar, se radica donde murió el elefante y vive un año o dos años de su carne, por que lo ahuman y lo consumen durante mucho tiempo.
El cazador tiene una pulsión hacia el elefante, tiene una función precisa que es perseguir su presa, algo que siempre se le escapa. Persigue algo.
Suele haber una ansiedad muy grande en el momento EN que está por hacerlo, y debe ser bárbaro cuando el tipo lo cazó y muy jodido cuando se le escapa.
Eso es lo que para mí pasa con la pintura, pero peor todavía porque con la pintura nunca se ve al elefante, nunca sabés lo que estás persiguiendo, siempre estás aproximándote a algo muy extraño, que no sabés qué es.
Hay quienes hablan del elefante mucho mejor que yo: Humboldt, Darwin. Ellos sabían de elefantes una barbaridad, pero no sabían cazarlo y yo, que ni siquiera lo conozco, pretendo cazarlo.